
La advocación católica de Nuestra Señora de Lourdes hace referencia a las 18 apariciones de la Virgen María que, de acuerdo al testimonio de santa Bernadette Soubirous (1844-1879), sucedieron en la gruta de Massabielle, a orillas del río Gave, en las afueras de la población de Lourdes, Francia, en las estribaciones de los Pirineos.
Ya en vida de Bernadette, multitud de católicos creyeron en las
apariciones de la Virgen María como vehículo de la gracia de Dios, y el
papa Pío IX
autorizó al obispo local para que permitiera la veneración de la Virgen
María en Lourdes en 1862, unos diecisiete años antes de la muerte de
Bernadette.
Bernadette Soubirous fue declarada santa por Pío XI el 8 de diciembre de 1933. Desde entonces, la advocación de la Virgen María como Nuestra Señora de Lourdes ha sido motivo de gran veneración, y su santuario es uno de los más visitados del mundo.
Apariciones
Bernadette Soubirous, una pobre y analfabeta adolescente de catorce años, aseguró haber visto en 18 ocasiones a la Virgen María en una gruta del paraje de Massabielle, al occidente de Lourdes entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858.[1]
En la tercera aparición, la niña habló con la Señora en gascón, dialecto occitano que se usa en la zona, la cual se dirigió a ella usando el "usted" (voi) de cortesía y pidiéndole: "¿Me haría usted el favor de venir aquí durante quince días?" (Boulet aoue era gracia de bié aci penden quinze dias?).
Bernadette le prometió que lo haría. A su vez, la Señora le anunció que
no le prometía hacerla feliz en este mundo, sino en el otro.[1] [2]
En sucesivas apariciones, el mensaje fue tomando cuerpo:[1] [2]
- Invitación a la Penitencia y a la oración por los pecadores (21 de febrero).
- Invitación a vivir una pobreza más evangélica.
- Solicitud de que se hicieran procesiones a la gruta y le fuera erigida allí una capilla (2 de marzo).
El 25 de febrero,
según testificó Bernadette, la Virgen le dijo que fuera a tomar agua de
la fuente y que comiera de las plantas que crecían libremente allí.
Ella interpretó que debía ir a tomar agua del cercano río Gave y hacia
allá se dirigió. Pero la Señora le enseñó con el dedo que escarbara en
el suelo. Al excavar en el fango e intentar beber, Bernadette ensució
su rostro, y sus gestos y apariencia fueron motivo de escepticismo por
parte de muchas de las de las 350 personas presentes, ya que el
manantial no se manifestó de inmediato. Sin embargo, poco después
surgió una fuente de agua[1] [2] que, hasta el día de hoy, es meta de peregrinaciones por parte de muchos católicos y que ha sido testigo de numerosos milagros.[3]
El manantial que brotó aquel 25 de febrero de 1858 produce cien mil
litros de agua por día, de forma continua desde aquella fecha hasta
nuestros días.
Ante la reiterada petición de Bernardette de que revelara su nombre,
el 25 de marzo de 1858 (en su decimosexta aparición) la Señora le
dijo : "Que soy era Immaculada Councepciou" ("Yo soy la Inmaculada Concepción").[1] [2] El dogma católico de la Inmaculada Concepción de la Virgen María había sido solemnemente proclamado el 8 de diciembre de 1854,
tres años antes. La expresión resultaba ajena al vocabulario de
Bernadette y, en principio, fue motivo de desconcierto, tanto en el
propio Padre Peyramale -párroco de Lourdes- como en otras autoridades
eclesiásticas y civiles. Sin embargo, Bernadette Soubirous
mantuvo una consistente actitud de calma durante todos los incisivos
interrogatorios que se le hicieron, sin cambiar su historia ni su
actitud, ni pretender tener un conocimiento más allá de lo dicho
respecto de las visiones descritas.
La Iglesia Católica invoca a Nuestra Señora de Lourdes como patrona de los enfermos.
La persona más joven que se considera recibió esa gracia fue un niño
de 2 años: Justin Bouhort, de Lourdes (Francia), que padecía
hipotrepsia crónica post infecciosa con retardo del desarrollo motor.
El más reciente reconocimiento de un milagro por parte de la Iglesia
Católica sobrevino en el año 2005. Asimismo, se reconoció que 6
milagros tuvieron lugar por intercesión de Nuestra Señora de Lourdes
sin que los enfermos viajaran a Lourdes. La mayoría de los milagros se
produjeron por contacto con el agua de Lourdes (49 milagros de los 67).
Para que una curación se considere "milagrosa" se deben cumplimentar
una serie de requisitos, entre los que se cuentan:
- Que la dolencia sea incurable, desde un punto de vista científico.
- Que se haya puesto de manifiesto la total ineficacia de los medicamentos o protocolos empleados en su tratamiento.
- Que la curación haya sobrevenido de forma súbita y no gradual.
- Que la curación haya sido absoluta, con efectos duraderos, y no solamente una remisión.
- Que la curación no sea el resultado de una interpretación derivada del estado psíquico de la persona.
Algunos de 67 casos de curación considerados "milagrosos" por la Iglesia Católica son los siguientes:[7]
- Jeanne Fretel, de Rennes (Francia). Visitó Lourdes el 10 de
mayo de 1948, a los 31 años. Tenía peritonitis tuberculosa, con
enflaquecimiento extremo y fiebre. Fue llevada a Lourdes en estado
comatoso. Le fue dado un fragmento minúsculo de Eucaristía y despertó.
Se informó que fue "inmediata y permanentemente curada" esa noche
mientras yacía en su silla de ruedas al lado del manantial. Ella
todavía no se había bañado en el manantial, ni bebido de su agua. Su
curación fue reconocida oficialmente el 11 de noviembre de 1950.
- Hermano Léo Schwager, de Fribourg (Suiza). Visitó Lourdes el 30 de abril de 1952, a la edad de 28 años. Sufría esclerosis múltiple desde los 5 años. Su curación fue reconocida oficialmente el 18 de diciembre de 1960.
- Alicia Couteault, de Bouille-Loretz (Francia). Visitó Lourdes el 15 de mayo de 1952, a la edad de 34 años. Sufría esclerosis múltiple desde hacía tres años. Su curación fue reconocida oficialmente el 16 de julio de 1956.
- Marie Bigot, de La Richardais (Francia). Visitó Lourdes en
dos oportunidades, el 8 de octubre de 1953 y 10 de octubre de 1954, a
la edad de 31 y 32 años respectivamente. Padecía de aracnoiditis a
nivel de la fosa posterior (causal de su ceguera, sordera y
hemiplegia). Su curación fue reconocida oficialmente en Rennes, el 15
de agosto de 1956.
- Ginette Nouvel, de Carmaux (Francia). Visitó Lourdes el 21 de septiembre de 1954 a la edad de 26 años. Padecía el Sindrome de Budd-Chiari
(trombosis de las ramas principales de las venas suprahepáticas). Su
curación fue reconocida el 31 de mayo de 1963 en la diócesis de Albi.
- Elisa Aloi, luego Elisa Varcalli, de Patti (Italia). Visitó Lourdes el 5 de junio de 1958, a la edad de 27 años. Padecía tuberculosis osteoarticular
y fístulas en diversos sitios del miembro inferior derecho. Su curación
fue reconocida el 26 de mayo de 1965 en la diócesis de Messina (Italia).
- Juliette Tamburini, de Marsella (Francia). Visitó Lourdes el
17 de julio de 1959, a la edad de 22 años. Padecía osteoperiostitis
femoral con fístulas y epistaxis. Su curación fue reconocida el 11 de
mayo de 1965 en la diócesis de Marsella.
- Vittorio Micheli, de Scurelle (Italia). Visitó Lourdes el 1
de junio de 1963, a la edad de 23 años. Padecía de sarcoma (cáncer) de
pelvis. Su tumor canceroso era tan grande y terrible que desencajó su
muslo izquierdo, dejando su pierna izquierda paralizada. Después de ser
bañado en las aguas del manantial, se liberó del dolor y pudo caminar.
La disminución del tamaño del tumor se produjo de inmediato, aunque la
verificación final se realizó en febrero de 1964, fecha en la que no
sólo el tumor había desaparecido por completo, sino que además se había
recalcificado la unión con la cadera, habiendo retornado Vittorio a su
vida normal. La curación fue reconocida el 26 de mayo de 1976 en la
diócesis de Trento.
- Serge Perrin, de Lion d’Angers (Francia). Visitó Lourdes el 1 de mayo de 1970 a la edad de 41 años. Sufría de hemiplejía
recurrente del lado derecho, con lesiones oculares, por trombosis
bilateral de la arteria carótida. Los síntomas, que incluían dolor de
cabeza, deterioro del habla y de la visión, y parálisis parcial del
lado derecho, comenzaron sin advertencia previa en febrero de 1964.
Durante los siguientes seis años vivió confinado a una silla de ruedas,
casi ciego. En 1969 viajó a Lourdes, retornando en el mismo estado
alarmante. Durante su peregrinaje a Lourdes en 1970, sintió un calor
repentino de pies a cabeza, retornando su visión y su capacidad de
caminar sin ayuda alguna. Regresó de Lourdes con la confirmación médica
de hallarse curado. Su curación fue reconocida oficialmente el 17 de
junio de 1978 en la diócesis de Angers.
- Delizia Cirolli, luego Delizia Costa, de Paternò (Sicilia,
Italia). Visitó Lourdes el 24 de diciembre de 1976 a la edad de 12
años. Padecía del Sarcoma de Ewing
en la rodilla derecha. Los doctores sugirieron la amputación pues el
avance de la enfermedad podría resultar fatal, pero sus padres se
rehusaron. La madre llevó a la niña a Lourdes. A su retorno a Italia,
el tumor evidenció una rápida regresión hasta desaparecer toda
evidencia del mismo. El tumor dejó su tibia angulada, requiriéndose una
operación correctiva (osteotomía). La niña recomenzó a caminar, comer,
y vivir normalmente. Su curación fue reconocida el 28 de junio de 1989
en la diócesis de Catania (Italia). Ella se hizo enfermera.
- Jean-Pierre Bély, de La Couronne (France). Visitó Lourdes el 9 de octubre de 1987, a la edad de 51 años. Padecía esclerosis múltiple
desde 1972 y su estado se deterioró año tras año. Cuando partió en
peregrinación a Lourdes, el 5 de octubre de 1987, había sido reconocido
por el sistema sanitario francés con un grado de invalidez total. En
Lourdes, después de recibir la unción de los enfermos en la explanada
del Santuario, experimentó una profunda paz interior. Repentinamente,
recobró la sensibilidad táctil y pudo moverse nuevamente. En el acto,
él no se atrevió a ponerse de pie. En la noche siguiente, una voz
interior le repitió : «Levántate y anda», lo cual hizo. Como a él mismo
le gustaba destacar: «el Señor ha curado primero mi corazón, y luego mi
cuerpo». El médico que le atendió, Dr. Patrick Fontanaud, agnóstico,
reconoció abiertamente que resulta científicamente inexplicable lo que
sucedió. Después de 12 años de investigaciones médicas, su curación fue
oficialmente reconocida el 9 de febrero de 1999 en la diócesis de
Angoulême. Una comisión canónica declaró que esa curación fue «un signo
eficaz de Cristo Salvador, que se consumó por la intercesión de Nuestra
Señora de Lourdes».
- Anna Santaniello de Salerno (Italia). Nacida, en 1911,
sufría una cardiopatía severa derivada de fiebre reumática aguda,
conocida en el ambiente científico como enfermedad de Bouillaud.[8]
Como consecuencia de su enfermedad, tenía dificultades para hablar,
estaba incapacitada para caminar, y presentaba ataques de asma severos,
cianosis en el rostro y los labios, y edemas en los miembros
inferiores. El 16 de agosto de 1952, a la edad de 41 años, peregrinó a
Lourdes con la organización italiana UNITALSI (Unión Nacional Italiana
de Transporte de Enfermos a Lourdes y al Santuario Internacional). Ella
hizo el viaje a Lourdes en tren en una camilla. Durante su estancia
encontró asilo en Notre-Dame, precursor de la actual Casa de Nuestra
Señora, en el Santuario, siendo objeto de vigilancia constante. El 19
de agosto de 1952 fue conducida e introducida a la piscina de Lourdes
en camilla, saliendo del agua por sus propios medios. Esa misma tarde,
participó de la procesión mariana de las antorchas. El Comité Médico
Internacional de Lourdes calificó la curación de la mujer de
"extraordinaria" en 1961. El 21 de septiembre de 2005, la curación
milagrosa de Anna Santaniello fue reconocida oficialmente por monseñor
Gerardo Pierro, arzobispo de la diócesis de Salerno (Italia), cuando
ella contaba con 94 años de edad. Anna Santaniello confió más tarde
que, estando enferma, no oró para sí misma en la gruta de Lourdes, pero
por un joven de veinte años, Nicolino, que había perdido el uso de sus
piernas después de un accidente. Permaneció soltera y, en el ejercicio
de la profesión de enfermera pediátrica, trató desde su regreso a
Italia a cientos de niños desfavorecidos.
Para los creyentes católicos, científicos o no, la atención no se
centra en lo sorprendente o extraordinario de los hechos ocurridos,
sino en Dios, de cuya autoridad emana el poder para realizarlos.[9] Al igual que Jesús en los evangelios, "cuya discreción reduce al mínimo el riesgo de una posible interpretación mágica",[10] los creyentes son llamados a vivir estos sucesos de forma sencilla, desconfiando de las grandes palabras.
La conversión de un premio Nobel: el caso de Alexis Carrel y de Marie Bailly
Una curación extraordinaria es un desafío, pero ciertamente sería
desafortunado plantearlo como un "desafío a la ciencia". Es más bien un
desafío para el espíritu humano. En Lourdes, la Iglesia Católica
considera que, por intercesión de Nuestra Señora, se han producido
muchos más cambios de vida que curaciones del cuerpo. Aunque no se
trató de una conversión abrupta, sino gradual, la de Alexis Carrel es quizá la más conocida, por tratarse de un científico laureado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1912.
No corresponde tratar de dilucidar el misterio que encierra toda
conversión, pero sí se puede hacer una aproximación al converso,
describir su trayectoria antes y después de su encuentro con el
misterio, estudiar el contexto y subrayar lo que tiene de significativo
para nuestros días.
Breve referencia acerca del Dr. Alexis Carrel
Alexis Carrel
provenía de una familia católica devota y fue educado por los jesuitas.
Sin embargo, al momento de ingresar a la Universidad, ya no practicaba
su religión. Él era un estudiante de medicina de segundo año cuando el
presidente francés, Marie François Sadi Carnot,
fue asesinado por un anarquista en Lyon en 1894. El cuchillo del
anarquista había cortado una arteria de primer orden, por lo que el
presidente murió luego de dos días de agonía. En esos tiempos, la
sutura de un vaso sanguíneo grande todavía era un tema sin solución
segura. El joven estudiante de medicina Carrel decidió resolver el
problema. Julius H. Comroe, profesor emérito del Cardiovascular
Research Institute (University of California at San Francisco)
escribió: "Carrel ganó el Premio Nobel en Fisiología y Medicina en
1912, y no lo ganó por alguna investigación oscura y esotérica, sino
«en reconocimiento a su trabajo en sutura vascular y en trasplantes de
vasos sanguíneos y órganos». Entre 1901 y 1910, Alexis Carrel,
utilizando animales de experimento, efectuó todas las acciones y
desarrolló todas las técnicas conocidas hoy en cirugía vascular (...)"[11]
Seis años más tarde de sus inicios, ya médico y asistente en el
Departamento de Anatomía, Carrel leyó su trabajo científico publicado
en la Sociedad de Medicina de Lyon el 12 de mayo de 1902.[12]
Ese trabajo científico hizo historia y lo catapultaría a la fama una
década después, como Carrel intuía que lo haría. Dos semanas más tarde
se encontró en el tren que llevó a Marie Bailly a Lourdes. Lo que pasó
desde ese momento durante los siguientes cinco días fue escrito por
Carrel después, aunque el manuscrito recién fue publicado en 1948 bajo
el título "Le voyage de Lourdes, suivi de fragments de journal et de méditations",[6] cuatro años después de su muerte ocurrida en noviembre de 1944. En 1950, fue publicado en una traducción al Inglés como "The Voyage to Lourdes".
Alexis Carrel, premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1912
Un colega de Alexis Carrel
y ex-compañero de clases le pidió que tomara su lugar como médico a
cargo de un tren que trasladaba gente enferma a Lourdes. Carrel estaba
interesado en Lourdes, pero no para evaluar la "autenticidad" de los
milagros. En esos momentos, el no creía en milagros. Él estaba
interesado en justipreciar de forma personal la velocidad con que se
producía la curación de diferentes enfermedades o lesiones informadas
en Lourdes. Dotado de un fino sentido de observación, sus amigos decían
de él que tenía "el ojo en la espalda..."
De entre los enfermos, el Dr. Alexis Carrel
fijó su atención en una joven enferma agonizante, Marie Bailly (a quien
él llamó con el seudónimo de "Marie Ferrand" en sus escritos
-publicados de forma póstuma bajo el título de "Un viaje a Lourdes"-).
Marie Bailly estaba afectada por peritonitis tuberculosa en último
estadio, una enfermedad ciertamente mortal en esa época. Acerca de la
condición de Marie Bailly antes de su curación, Carrel escribió:
"Hay una paciente que está
más cerca de la muerte en este momento que cualquiera de los otros. He
sido llamado al lado de su cama numerosas veces. Esta desafortunada
chica está en las últimas etapas de una peritonitis tuberculosa.
Conozco su historia. Toda su familia murió de tuberculosis. Ella ha
tenido úlceras tuberculosas, lesiones de los pulmones, y ahora, en
estos últimos meses, una peritonitis, diagnosticada tanto por un médico
general como por un cirujano reconocido de Burdeos, Bromilloux. Su
estado es muy grave, yo tuve que darle morfina en el viaje. Ella puede
morir en cualquier momento, justo debajo de mi nariz. Si un caso como
el suyo se curara sería realmente un milagro. Nunca dudaría de nuevo...
Su condición se deteriora constantemente. Si ella llegara a casa de
nuevo con vida, eso de por sí sería un milagro... Ella está condenada.
La muerte está muy cerca. Su pulso es muy rápido, de ciento cincuenta
pulsaciones por minuto, e irregulares. El corazón está apagándose..."
Alexis Carrel
Retirando los cobertores, el cuerpo de Marie estaba expuesto de
nuevo. El abdomen estaba hinchado como antes, pero algo más pronunciado
en el lado izquierdo... "Temo que se me muera entre las manos...",
habría declarado Carrel. Cuando el tren arribó a Lourdes, la joven
Marie Bailly estaba semi-inconciente, pero al llegar ella al Hospital
de Lourdes propiamente dicho, ella estaba conciente. Carrel tenía una
visión tan pesimista de la condición de la joven que prometió
"convertirse en monje" si ella llegaba con vida a la Gruta, situada
apenas a 400 metros del hospital. Por insistencia de Marie Bailly, una
jarra llena de agua del manantial de Lourdes fue vertida tres veces
sobre el abdomen, ciertamente muy hinchado, de la joven. Media hora más
tarde, el pulso de la joven comenzó a disminuir y el vientre hasta
entonces hinchado se acható. Durante ese tiempo, Marie Bailly
permaneció totalmente conciente. Carrel quedó perplejo: el científico
que regía su interior se negó a aceptar la posibilidad de un milagro,
pero su mente tampoco lograba obtener una conclusión empírica y
pragmática.
La curación repentina de Marie Bailly se dio a conocer ampliamente
en Lyon, junto con el hecho de que Carrel estuvo presente durante su
curación. Un periódico publicó un artículo, implicando que Carrel se
negaba a creer en el milagro. En consecuencia, el Dr. Carrel se vio
compelido a publicar una respuesta que no agradó a nadie. Él criticó a
los creyentes por tomar con demasiada facilidad algo inusual como si se
tratara de milagro. Y, por otra parte, reprochó a quienes se negaban a
mirar los hechos cada vez que parecía ser un milagro (implicando en
gran medida a los miembros de la comunidad médica).
Medio año después el Dr. Carrel tuvo que abandonar la Facultad de Medicina. Primero fue a París, de allí a Montreal, de allí a la Universidad de Chicago, y desde allí, a través de una conferencia en la Universidad Johns Hopkins, el Instituto Rockefeller. El caso de Marie Bailly se convirtió en una gran noticia en Francia recién a partir de 1913, después que Alexis Carrel, con el halo del Premio Nobel de Fisiología/Medicina de 1912, volvió de visita a Francia.
El "Dossier 54" o "Caso Bailly"
Los detalles más precisos sobre los hechos de importancia que
constituyen la columna vertebral del "caso Bailly" se pueden obtener
del "Dossier 54", en los archivos de "Le Bureau des Constatations
Médicales" (Oficina Médica), organismo que, junto con "Le Comité
Médical International", rige el análisis científico de las curaciones
producidas en Lourdes. El "Dossier 54" también se encuentra en la
introducción redactada por Stanley L. Jaki (ganador del Premio Templeton 1987) en ocasión de una re-edición del libro de Carrel "Un viaje a Lourdes".
Marie Bailly nació en 1878. Tanto su padre, un óptico, como su madre
murieron de tuberculosis. De sus cinco hermanos, sólo uno no sufrió esa
enfermedad. Ella tenía veinte años cuando se evidenciaron por primera
vez los síntomas de la tuberculosis pulmonar. Un año más tarde, se le
diagnosticó meningitis tuberculosa, de la que se recuperó
repentinamente cuando utilizó agua de Lourdes. Dos años más tarde, en
1901, sufrió peritonitis tuberculosa. Poco después, ella ya no podía
retener los alimentos. En marzo de 1902, los médicos en Lyon se negaron
a operarla por miedo a que ella muriera en la mesa de operaciones.
El 25 de mayo de 1902, le rogó a sus amigos que la metieran "de
contrabando" en un tren que llevaba enfermos a Lourdes. Ella tenía que
ser objeto de tránsito ilícito ya que, por regla general, estaba
prohibido llevar a gente moribunda en esos trenes. El tren partió de
Lyon al mediodía. A las 2 de la mañana siguiente, ella se estaba
muriendo. Se llamó a Alexis Carrel. Él le suministró morfina a la luz
de una lámpara de kerosene y permaneció con ella. Tres horas más tarde,
él diagnosticó ese caso como peritonitis tuberculosa y dijo a media voz
que no iba a llegar a Lourdes con vida. El diagnóstico inmediato en ese
tiempo dependía en gran medida de un procedimiento de palpación.
Santuario de Nuestra Señora de Lourdes
En Lourdes, Marie Bailly fue examinada por varios médicos. El 27 de
mayo, ella insistió en ser llevada a la Gruta, aunque los médicos
(entre ellos Carrel) tenían miedo de que muriera en el camino. El
"Expediente 54" ("Dossier 54") del Archivo de la Oficina Médica
contiene las declaraciones inmediatas realizadas por tres médicos,
incluyendo el propio Carrel, y el testimonio de Marie Bailly, que
escribió en noviembre y entregó a Carrel, quien lo remitió debidamente
a la Oficina Médica de Lourdes. Los aspectos más destacados del
testimonio de la propia Marie Bailly son los siguientes.
Al llegar a los baños contiguos a la gruta, no se le permitió la
inmersión. Pidió que un poco de agua de los baños se derramara sobre su
abdomen. Esto le causó un dolor punzante en todo el cuerpo. Aún así,
ella pidió se reiterara. La segunda vez, ella sintió mucho menos dolor.
Cuando el agua se vertió sobre su abdomen por tercera vez, le daba una
sensación muy agradable.
Mientras tanto Carrel estaba detrás de ella, con un bloc de notas en
sus manos. Marcó el momento, el pulso, la expresión facial y otros
datos clínicos, como testigo ocular. El abdomen, enormemente hinchado y
muy duro, comenzó a aplanarse y, en un plazo de 30 minutos, había
desaparecido la hinchazón por completo. No se observó ningún tipo de
descarga corporal.
Ella fue llevada primero a la Basílica y, a continuación, a la
Oficina Médica, donde fue examinada de nuevo por varios médicos, entre
ellos Carrel. Por la noche, ella se sentó en su cama y cenó sin
vomitar. A la mañana siguiente, se levantó por sí misma y ya estaba
vestida cuando Carrel la volvió a ver.
Carrel no podía dejar de registrar que ella estaba curada. "¿Qué vas
a hacer con tu vida ahora?", le preguntó Carrel. "Me uniré a las
Hermanas de la Caridad para pasar mi vida cuidando a los enfermos", fue
la respuesta de Marie Bailly. Al día siguiente, Marie Bailly se subió
al tren por su cuenta y, después de un viaje de 24 horas en duros
bancos, llegó renovada a Lyon. Allí tomó el tranvía y se fue a la casa
familiar, donde tendría que "probar" que ella era realmente Marie
Bailly, la misma que sólo cinco días antes había salido de Lyon en un
estado crítico.
Carrel continuó tomando un gran interés en ella. Le pidió a un
psiquiatra que la pusiera a prueba cada dos semanas, lo que se realizó
durante cuatro meses. Ella fue examinada regularmente en busca de
trazas de la tuberculosis. A fines de noviembre, ella fue declarada en
buen estado de salud, tanto física como mental. En diciembre, ella
entró en el noviciado en París. Sin tener una recaída, ella vivió la
vida ardua de una Hermana de la Caridad hasta 1937.
La inquietud de pensamiento y la conversión de Carrel
Carrel tenía ante sí un problema. Si alguien conocía los hechos del
caso era él, quien humanamente sabía lo que pasó con Marie Bailly. Sin
embargo, no se atrevía a creer que algo más que simplemente las fuerzas
naturales había intervenido en la recuperación repentina de Marie
Bailly. Continuó regresando a Lourdes para poder ver otras curaciones
repentinas. Él esperaba percibir de esta forma alguna fuerza puramente
natural que produjera las llamadas curaciones "milagrosas" y que lo
hiciera a través del poder de la oración, al cual él consideraba una
fuerza psíquica puramente natural. La prueba de ello está en su famoso
libro "L'homme, cet inconnu" ("La Incógnita del Hombre - El Hombre, Ese Desconocido"),[13]
que apareció publicado por primera vez en francés en 1934, luego en
inglés y, posteriormente, en treinta idiomas. Allí se hace referencia,
precisamente en este sentido, a varios de los milagros de Lourdes.
Para entonces, habían pasado treinta y dos años desde que Carrel
había estado detrás de la camilla de Marie Bailly. En todos esos años,
se había entrevistado con sacerdotes una y otra vez. Se reunió con
teólogos, o mejor dicho, algunos teólogos lo buscaron a él, con la
esperanza de que Carrel les diera una confirmación "científica" de los
milagros. Nada de esto parecía haberlo acercado a la fe de su infancia.
Entonces, Marie Bailly murió en 1937 a la edad de 58 años.
Al año siguiente, Carrel se topó con un sacerdote, Rector del
Seminario Mayor en Rennes, con quien desarrolló rápidamente una
relación. El Rector le sugirió ver a un monje trapense, Alexis Presse.
El Padre Alexis había pasado una década restaurando y reabriendo
abadías en ruinas en toda Francia. En 1939 comenzó a trabajar en una
abadía en ruinas en Bouquen, a sólo una hora en automóvil de la
residencia de verano de Carrel en Bretaña. Cuando se dirigía con su
esposa, Carrel permaneció refunfuñando: "El encuentro con los
sacerdotes le hace a uno más daño que bien".
Llegaron. Desde las ruinas vino un monje, el Padre Alexis. Miró a
Carrel, quien comenzó a sentir "algo extraño corriendo a través de él".
Cuatro años más tarde, en noviembre de 1944, Carrel se moría en París.
El mensaje fue enviado al Padre Alexis en Bretaña. El monje abordó un
tren militar que transportaba bananas de América a las tropas que
seguían combatiendo a los alemanes más allá de París. Llegó justo a
tiempo. Carrel pidió los sacramentos antes de morir, el 5 de noviembre
de 1944. Eduardo de la Hera hizo una descripción de los conversos que
quizá se corresponda con la de Alexis Carrel, un converso de "Nuestra
Señora de Lourdes":
"Los conversos son esas
personas que, después de haber vivido al margen de toda fe religiosa,
un día inolvidable dieron un viraje tan intenso a la trayectoria de su
vida que cambiaron de rumbo. Y comenzaron, si se me permite la
expresión, a "tomarse en serio a Dios". Dios trastocó sus vidas. En
cierto sentido, se las complicó. Alguien pudo ver en ellos a seres
sugestionados, alucinados o alienados. Pero no, ellos no se salieron de
este mundo: el suyo y el de todos, el único que tenemos. (...) Tampoco
se transformaron en fanáticos de lo religioso. Supieron, simplemente,
mostrarse coherentes con su verdad y respetuosos con la verdad de los
otros."
[14]
Eduardo de la Hera
Esta es la esencia de lo que realmente le sucedió en Lourdes a aquel
hombre laureado con el premio Nobel. La totalidad del famoso "Dossier
54" brinda sólo la mitad de la respuesta a la pregunta: ¿Qué ocurrió
realmente? La otra mitad no se trata tanto de medicina sino que se
enmarca en el plano de la fe católica.