TESTIMONIO SACERDOTAL
3 de Diciembre 1994 – 3 de Diciembre 2014
20 Años de Sacerdocio
"Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de
amor". San Francisco Javier
El sacerdocio es el regalo más
hermoso y más bello que Dios me concedió. Y por el cual estaré eternamente
agradecido.
Mis Primeros Años de Vida
Nací un 11 de julio de 1968,
día de San Benito, en el Hospital Durán, Capital Federal.
Mi madre biológica, Paula
Lorenza Ríos, no pudo hacerse cargo de mi crianza debido a su trabajo. Esa fue
la causa por la cual llegué a Jujuy, tierra natal de mi madre. Dios había
planeado en su providencia que mis padrinos de bautismo, Marcelina y Teléforo
fueran quienes me criasen. Ellos fueron quienes después de muchos años me
adoptaron, ya que mi madre biológica partió para la eternidad cuando cursaba
los primeros años de la escuela primaria.
Llamamiento sacerdotal
Mamá Marcelina era una mujer
muy piadosa. Desde muy pequeño rezaba con ella el rosario. En cambio, mi papá
después de mucho tiempo, se fue entregando bastante a la iglesia, trabajando en
la comisión pro templo.
Estando en la escuela
primaria, en 4° grado, mi maestra me pidió que escribiésemos y dibujásemos qué
nos gustaría ser cuando fuésemos grandes. Y en ese momento me vino como una
iluminación del cielo y empecé a escribir: “cuando sea grande quisiera ser un
gran sacerdote de mi país y de todo el mundo, ir a Roma y conocer al Papa.”
Desde ese tiempo me sentí atraído al sacerdocio.
Hice el seminario menor en
Jujuy hasta tercer año y lo terminé en San Rafael, Mendoza.
Llamamiento a una misión especial
El seminario mayor lo comencé
en el IVE, experimentando en el 3° año de filosofía una fuerte inclinación a la
oración (como consecuencia de esto permanecía más horas en la Adoración
Eucarística). Mi deseo en ese momento era entrar a La Cartuja, monasterio
contemplativo fundado por San Bruno. Consulté con mi director espiritual, que
también era mi superior, me aconsejó que ese lugar no era para mí, y lo acepté
como Voluntad de Dios.
Al terminar el 3° año de
filosofía participé de un retiro
ignaciano de un mes de silencio y en la última semana, ya finalizando el retiro,
rezando el segundo misterio doloroso de la flagelación, tuve una experiencia
espiritual donde entendí que Dios me pedía que saliese de ese lugar porque él
tenía una misión especial para mí. No sabía la fecha ni el lugar donde iba a
comenzar…
En el mes de marzo ingresé al
seminario diocesano de San Rafael donde continué la teología. Y el 3 de
diciembre de 1994, día de San Francisco Javier, me ordené sacerdote. Fue muy
providencial esa fecha ya que, muchos años atrás, cuando terminé la
confirmación en mi pueblo natal, había organizado un grupo misionero al cual le
había puesto por nombre San Francisco Javier.
Desde que me ordené sacerdote
hasta los primeros años de párroco mi vida espiritual había transcurrido en un
estado de tibieza. Con la llegada de la Virgen del Rosario de San Nicolás a mi
actual parroquia de San Vicente Pallotti experimenté muchas gracias y regalos
que me hizo la Virgen. Como la llegada del Nuncio Apostólico de Su Santidad
Benedicto XVI, quien por ser una autoridad tan importante, coronó a la imagen
parroquial de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás el 31 de octubre de
2009. Y más tarde también coronó a la Virgen de Fátima el 25 de marzo de 2011.
Comienzo de una Misión Especial
Cuatro fueron los factores que
me llevaron a entregarme de lleno a los enfermos y afligidos. El primero: el
pedido de Monseñor Di Monte para trabajar en la Pastoral de los Enfermos. Muy
providencial. Lo continué después con Monseñor Radrizzanni. Entendiendo ahora
que Dios me quería indicar algo con mi nombramiento de Delegado Pastoral.
El segundo factor fue el viaje
a Europa (Roma, Padre Pio, Tierra Santa y Polonia) Este viaje me ayudó a salir
de un estado de tibieza, vi como una gran conversión en mi vida y mi sacerdocio se enfervorizó.
El tercer factor fue el
encuentro con un sacerdote exorcista, el Padre Jorge Hetze. Él me hizo ver la
necesidad de un acompañamiento más serio a las personas con problemas físicos y
espirituales y me enseñó cómo tratar y orar por ellos.
El Cuarto factor fue la
llegada del representante de su Santidad Benedicto XVI a la Parroquia, Monseñor
Adriano Bernardini. Lo que recuerdo de una
conversación particular con el representante de Su Santidad, que me dio impulso
a trabajar más pastoralmente fue esto: me dijo: “Qué linda parroquia”. Y yo le
dije que “es gracias a la Virgen y a la Eucaristía”. Pero él dijo: “No, es la
fe del párroco”. Eso me ayudó mucho a poner más los medios para aumentar mi fe.
La cual la pongo en práctica en mi trato con los enfermos.
Cuando
empecé a ver muchas sanaciones o curaciones en mis primeros tiempos era muy
escéptico, me costaba entender o creer que Jesús estuviera obrando a través de mí,
pensaba que yo tenía que cambiar totalmente y ser santo antes de que él pudiera
usarme. Hoy al cumplir mis veinte años no puedo dejar de agradecer a Dios y a
la Virgen por tantas sanaciones, conversiones y milagros que veo diariamente.