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La concedió a la revista brasileña misionera «Sem
Fronteras». He aquí algunos pasajes que transmitió la agencia Zenit:
—¿Cuántas son las Misioneras de la Caridad?
—Teresa de Calcuta: Tenemos 3.604 hermanas que han
pronunciado los votos religiosos, 411 novicias y 260 aspirantes a religiosas.
Estamos esparcidas en 119 países. Hoy disponemos de 560 tabernáculos o casas.
—¿Por qué los llaman «tabernáculos»?
—Teresa de Calcuta: Porque Jesús está presente en estas
casas. Son casas de Jesús. Nuestra congregación quiere contribuir a que las
personas puedan saciar su sed de Jesús. Con ello tratamos de rescatar y
santificar a los más pobres de los pobres. Pronunciamos los votos de castidad,
pobreza y obediencia. Pero hemos recibido, además, la autorización especial
para hacer un cuarto voto: ponernos al servicio de los más pobres de los
pobres.
—Usted suele afirmar que no hay amor sin sufrimiento.
—Teresa de Calcuta: Sí, el verdadero amor hace sufrir. Cada
vida y cada relación familiar tienen que ser vividas honestamente. Esto
presupone muchos sacrificios y mucho amor. Pero, al mismo tiempo, estos
sufrimientos se ven acompañados siempre por un gran sentido de paz. Cuando en una
casa reina la paz, allí se encuentran también la alegría, la unión y el amor.
—Su congregación ha abierto casas para enfermos de SIDA en
diferentes partes del mundo…
—Teresa de Calcuta: Hasta hace algunos años, algunas
personas llegaban incluso a suicidarse cuando recibían la noticia de que
estaban enfermos de SIDA. Hoy ni un enfermo muere en la desesperación y en la
angustia en nuestras casas. Todos, incluidos los no católicos, mueren en la paz
del Señor. ¿No cree que esto es maravilloso?
—Las reglas de su congregación indican que el trabajo por
los pobres ha de realizarse tanto «en la esfera espiritual como en la
material». ¿Qué entiende por pobreza espiritual?
—Teresa de Calcuta: Los pobres espirituales son los que
todavía no han descubierto a Jesús o los que se han separado de Él a causa del
pecado. Los que viven en la calle también tienen necesidad de ser ayudados en
este sentido. Por otra parte, me hace muy feliz el constatar que, en nuestro
mundo, podemos contar también con la ayuda de gente bien asentada, a quienes
ofrecemos la oportunidad de hacer una obra buena por Dios.
—¿Reciben ayuda también de personas de otras religiones?
—Teresa de Calcuta: Sí, de musulmanes, de hindúes, de
budistas y de muchos otros. Hace unos meses, un grupo de budistas japoneses
vino a hablar conmigo sobre espiritualidad. Les dije que ayunamos todos los
primeros viernes de mes y que el dinero que ahorramos lo destinamos a los
pobres. Cuando regresaron a su país, pidieron a las familias y a las
comunidades budistas que hicieran lo mismo. El dinero que recogieron nos ha
permitido construir el primer piso de nuestro centro «Shanti Dan» («Don de
Paz») para las muchachas que se encuentran en la cárcel. Más de cien muchachas
han salido ya de prisión.
—Quienes la critican aseguran que su único objetivo es
convertir a los que no son cristianos…
—Teresa de Calcuta: Nadie puede forzar o imponer la
conversión: tiene lugar sólo por la gracia de Dios. La mejor conversión
consiste en ayudar a las personas a amarse unas a otras. Nosotros, que somos
pecadores, hemos sido creados para ser hijos de Dios y tenemos que ayudarnos
mutuamente para estar lo más cerca posible de Él. Todos nosotros hemos sido
llamados a amarle.
—Usted dice que sus hermanas no son asistentes sociales.
—Teresa de Calcuta: Somos contemplativas, pues «rezamos»
nuestro trabajo. Desempeñamos un trabajo social, pero somos mujeres consagradas
a Dios en el mundo de hoy. Hemos confiado nuestra vida a Jesús, como Jesús nos
ha dado su vida en la Eucaristía. El trabajo que realizamos es importante, pero
lo importante no es la persona que hace ese trabajo. Hacemos esto por
Jesucristo, porque lo amamos. No somos capaces de hacer todo. De todos modos,
yo rezo siempre por todos los que se preocupan por las necesidades y miserias de
los pueblos. Muchas personas ricas se han unido a nuestra acción. Personalmente
no tenemos nada. Vivimos de la caridad y por la caridad.
—Y de la Providencia…
—Teresa de Calcuta: Tenemos que afrontar siempre necesidades
imprevistas. Dios es infinitamente bueno. Siempre se preocupa de nosotras.
—¿Por qué entran tantas jóvenes en su congregación?
—Teresa de Calcuta: Creo que aprecian nuestra vida de
oración. Rezamos cuatro horas al día. Además, ven lo que hacemos por los
pobres. No es que sean trabajos importantes o impresionantes. Lo que hacemos es
muy discreto, pero nosotros lo hacemos por los más pequeños.
—Usted es una persona muy conocida. ¿No se cansa nunca de
ver a tanta gente, de las fotografías…?
—Teresa de Calcuta: Considero que es un sacrificio, pero
también una bendición para la sociedad. Dios y yo hemos hecho un pacto: le he
dicho «por cada foto que me hacen, Tú encárgate de liberar a un alma del
Purgatorio…». —Entre sonrisas, añade—. Creo que a este ritmo, dentro de poco se
va a vaciar el Purgatorio.
—¿Qué mensaje le gustaría dejarnos?
—Teresa de Calcuta: Amaos los unos a los otros, como Jesús
os ama. No tengo nada que añadir al mensaje que Jesús nos dejó. Para poder amar
hay que tener un corazón puro y rezar. El fruto de la oración es la
profundización en la fe. El fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es
el servicio al prójimo. Esto nos trae la paz